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¿Cómo ha cambiado el rol del papá?

Aún hay quienes se sorprenden cuando un papá cambia el pañal, da la mamadera o contiene a su hijo tras una pataleta. Es que socialmente estábamos acostumbrados a que esas funciones las realizaba la mamá. Sin embargo, en la actualidad cada vez se ven a más hombres haciéndose protagonistas de la crianza y el cuidado de sus pequeños.

 
El psicólogo del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico Universidad de Chile, Carlos González, asegura que en el actualidad “los padres salen del rol de proveedores y se involucran afectivamente desde la gestación en la crianza de sus hijos, tomando roles más ligados a lo domestico”. En este sentido, el especialista advierte que las familias con mejores vínculos distribuyen balanceadamente las responsabilidades y tareas cotidianas.

¿Cuál es la importancia del vínculo del papá con su hijo en su desarrollo?

“La vinculación comienza en la gestación, sobre todo desde que se siente al bebe y en el parto. Luego hay más espacio para vincularse desde el segundo semestre del primer año, cuando el bebé tiene más tiempo para la interacción social y los ciclos de sueño y alimentación son más regulares”. 

“Durante el segundo año, los padres establecen juegos diferentes a las mamás, y suelen estimular la exploración. La oportunidad de tener un vínculo seguro con ambos padres enriquece la experiencia relacional del infante, le provee de modelos alternativos para explorar y comunicarse, Es una tremenda ventaja cuando la madre se ausenta o está enferma (y a la inversa) y al mismo tiempo, le da al infante un modelo sobre relaciones sociales sanas”.

¿Qué deben hacer los papás para generar un vínculo adecuado con sus hijos?


“Se trata de un continuo de actitudes y prácticas cotidianas. El consenso indica que el papá en el primer año de vida debe tener la habilidad suficiente para calmar el malestar de todo tipo de su hijo o hija, y poder aprovechar todos los espacios de comunicación afectiva positiva con el bebé. Esto supone la capacidad de entender y captar los sutiles y cambiantes estados del hijo”. 

Para el psicólogo “el dejarlos llorar y frustrarse el primer año de vida no favorece la capacidad de tolerar la frustración, sino que lo contrario”,

“En el segundo año, la capacidad de tener interacción social positiva, apoyando la exploración y calmando cuando hay estrés, es importante para formar un vínculo seguro con el padre. Será importante balancear las necesidades de poner límites con la facilitación de la exploración no frustrante”.

Según afirma Carlos González, los vínculos de apego seguro tienden a asociarse con mejores habilidades sociales en la edad preescolar y escolar. Se relacionan con mayor cooperación y menos rabietas en la etapa preescolar. Hacia la adolescencia, el apego seguro en conjunto con condiciones familiares psicosociales favorecedoras como, por ejemplo, apoyo social, ambiente familiar bajo en conflictividad y apoyo coparental; predicen menos riesgo de problemas de salud mental, como depresión y ansiedad. 

Un vínculo inadecuado con el padre podría implicar la presencia de conflictos crónicos no resueltos como, por ejemplo, un modelo de paternidad complicado y pérdida de potenciales aprendizajes positivos acerca de las relaciones futuras. “Normalmente un vínculo complicado con el padre implicara relaciones disfuncionales en todo el sistema familiar. En el caso de las niñas, puede moldear relaciones tensas y conflictivas con las figuras masculinas y  los niños podrían hacer una identificación negativa con el padre”, afirma el especialista.