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Los parásitos intestinales no solo afectan a los niños, sino que podrían contagiar a toda la familia

La oxiuriasis o lombrices intestinales son del tipo blancas, finas y miden alrededor de cinco milímetros. Habitualmente están en el intestino grueso de los menores de entre los 3 y 6 años, y su contagio principal está dado por mala higiene. Su tratamiento es bastante sencillo y no constituye una enfermedad grave para los menores, pero debe ser tratada.

Este tipo de infección presenta una alta prevalencia, afectando al 50% de niños en etapa escolar. Existen diversos tipos de parásitos. Unos son largos, otros que tienden a afectar la zona perianal y que pueden llegar a ser bastante molestos sobre todo en las noches, que es cuando más atacan las lombrices y salen a poner sus huevos. Estas infecciones se caracterizan por malestar abdominal, por un cuadro diarreico e inclusive se asocian a prurito en la región anal.

El Dr. Guillermo Zepeda, pediatra de Clínica Universidad de Chile Quilín, señala que la sospecha de posibles parásitos “existe cuando un paciente puede tener o no diarrea de tipo crónica o eventualmente el paciente puede no subir de peso, asociado también a cierto grado de malestar o de dolor abdominal, siempre en el contexto de que el paciente pudiera tener este prurito o constante picazón en la región perianal”.

Estas sospechas se deben confirmar o descartar mediante dos estudios de parásitos:

• Parasitológico seriado de deposiciones: corresponde a un estudio que busca la presencia de parásitos o huevos. Las deposiciones se deben juntar día por medio y llevarlas al centro asistencial.

• Test de Graham: es un estudio en el que se pega una cinta adhesiva en la zona perianal, la que luego se analiza. Este examen determina la posible presencia de Enterobius vermicularis, más conocido como pidulle.

Para ambos casos, el Dr. Zepeda destaca que “de ser comprobada la presencia de parásitos del origen que sea, el paciente debe ser evaluado por un pediatra para determinar el mejor tratamiento, el que puede llegar a ser de tipo individual o eventualmente para el resto de la familia, ya que podrían verse afectados”.

En relación al método de contagio, por lo general, está asociado al mecanismo fecal-oral. “Esto significa tocar deposiciones y llevar las manos a la boca, por lo tanto, las principales medidas de higiene para evitar esto es enseñar a los infantes el correcto lavado de manos con agua y jabón, incluyendo las uñas por al menos 20 minutos para prevenir posibles contagios por mala higiene”, subraya el especialista.

Existen también algunos tipos de parásitos asociados a las mascotas —más comúnmente perros y gatos— que pueden llegar a contagiar a los niños. Según detalla el Dr. Zepeda, “Esto se llama ciclo evolutivo del parásito, en el que en su primera etapa está en los animales y que luego contagia a los seres humanos. Evidentemente, todas las mascotas dentro de su tenencia responsable, deben ser bien cuidados, llevados al veterinario para realizar sus controles periódicos y, por supuesto, ser desparasitados”.

Existen varias formas de contraer este tipo de parásitos, como ocurre con la giardiasis, enfermedad que se propaga mediante la contaminación de alimentos mal lavados, por agua contaminada o por contacto con otra persona infectada. Es muy común en los lugares con malas condiciones sanitarias y agua no segura. La enfermedad causada por el parásito de Giardia lamblia es una infección intestinal caracterizada por cólicos estomacales, hinchazón y náuseas junto a episodios de diarrea acuosa.

Es importante saber que dentro del universo de los parásitos existen los internos y externos, los que van a estar determinados por el clima y entorno al cual estén expuestos los niños. Los endoparásitos, es decir, los internos, son principalmente los parásitos intestinales. Los parásitos externos más comunes que afectan a los infantes son los piojos y la escabiosis, más conocida como sarna humana.

Es por estas razones que se debe mantener una correcta higiene de manos desde temprana edad. Es primordial enseñar esto a los menores para que se forme un hábito en sus vidas y se cree una barrera protectora para evitar posibles complicaciones a largo plazo. Siempre que se vea o se sospeche de alguno de estos síntomas, se debe acudir al pediatra para diagnosticar la enfermedad y su tratamiento.