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¿Muerte digna, cuidados paliativos o eutanasia? Opinión: Dra. Alejandra Palma, Unidad de Cuidados Paliativos

La ley “muerte digna y cuidados paliativos”, cuyo contenido introduce la legalización de la eutanasia, fue recientemente aprobada por la cámara de diputados de nuestro país e iniciará su tramitación en la cámara de senadores.

En las últimas décadas, Chile ha presentado un cambio sociodemográfico marcado por el envejecimiento de la población y un aumento progresivo de mortalidad por enfermedades crónicas. Por tanto, según las estadísticas generales, la mayoría de los chilenos moriremos siendo adultos mayores y luego de padecer algún cáncer o daño vascular irreparable. Con este prisma, el futuro se ve complejo, ya que estas enfermedades no sólo son mortales, sino que representan el riesgo de experimentar sufrimiento físico y psicológico en el último período de nuestra vida, creando además la posibilidad de hacer sufrir a los que más amamos. En este escenario, la eutanasia surge como una opción válida, una reivindicación de la autonomía del ciudadano que le permite decidir el momento de su muerte a través de la solicitud de una dosis letal. Quisiera compartir alguna información y reflexiones en relación a este tema.

Los cuidados paliativos (CP) surgieron en Reino Unido en la década de los sesenta, como respuesta a la demanda ciudadana liderada por familiares de pacientes oncológicos, quienes exigieron que los pacientes incurables fueran atendidos por el sistema de salud. Este hito coincide con el desarrollo de la bioética y la consiguiente definición de los deberes de la medicina moderna, los que incluyen el alivio del sufrimiento de los que no pueden ser curados, y el posibilitar una muerte en paz. Hoy en día la OMS define los CP como una disciplina que mejora la calidad de vida de los pacientes y sus familias cuando enfrentan problemas inherentes a una enfermedad potencialmente mortal. Previenen y alivian el sufrimiento a través de la identificación temprana, evaluación y tratamiento efectivo del dolor y otros problemas, sean estos de orden físico, psicosocial o espiritual. Los CP consideran la muerte como un proceso natural, y entre sus tareas no están, ni acelerar la muerte, ni retrasarla artificialmente. Los CP se basan en el trabajo de equipos profesionales multidisciplinarios. El quehacer propio de los médicos que integran estos equipos ha sido denominado Medicina Paliativa (MP).

En la 67ª Asamblea Mundial de la Salud (Ginebra, 2014), la OMS declaró que “es responsabilidad ética de los sistemas de salud proporcionar CP a la población”. Sin embargo, se estima que de los 56.8 millones de personas que necesitan CP en el mundo actualmente, sólo un 12% los recibe. La provisión de CP se concentra en los países de mayores ingresos, liderados por Reino Unido, que hasta la fecha no ha legalizado ni el suicidio asistido, ni la eutanasia. Por otra parte, Holanda, Bélgica y Luxemburgo están entre los 10 países con los mejores estándares mundiales de CP y practican la eutanasia legalmente hace más de diez años. En Bélgica, la tramitación de la ley de eutanasia el año 2002 se hizo de manera simultánea a la legislación y definición de presupuesto para los CP. Los países con los CP de mejor calidad como los mencionados, han desarrollado seriamente la educación en CP, integrándolos en las mallas curriculares de pregrado de las carreras de la salud y en programas universitarios de formación de postítulo.

En Chile los CP surgieron en los años noventa, a partir del Programa nacional de alivio del dolor por cáncer y cuidados paliativos del ministerio de salud. En la reforma de salud del año 2004, este programa fue incorporado a las garantías explícitas en salud (AUGE/GES) para pacientes oncológicos, potenciando la creación de unidades tanto en el sector público como privado. Desde entonces, se ha ampliado progresivamente la cobertura y el año 2018 se realizaron 325.858 consultas de CP oncológicos en el sector público de salud. Actualmente se estima que 44.000 pacientes oncológicos se atienden en unidades de CP. Sin embargo, la cobertura es aún muy pequeña en relación a las necesidades de la población. Según estimaciones del ministerio de salud del año 2019, la brecha actual de médicos especialistas en MP para atender a pacientes oncológicos sería de 43 jornadas completas equivalentes, sin considerar los médicos requeridos para atender a los 132.000 pacientes crónicos no oncológicos en necesidad de CP en Chile. El desafío de lograr suficientes recursos humanos calificados es particularmente complejo en nuestro medio, considerando que el proceso de certificación de especialistas en MP está en una fase muy inicial, y que en el país contamos con sólo un programa universitario de postítulo en MP, lo que se traduce en una capacidad formativa de dos especialistas por año. En síntesis, el acceso actual de la población a CP de calidad en nuestro país, es aún muy insuficiente.

La mayoría de las personas queremos respirar, cumplir con nuestras tareas, estar con los nuestros, seguir adelante mientras sea posible. Frente a una demanda de eutanasia, la pregunta que surge es qué razón habrá dado origen a esta solicitud. No es evidente cuánto o qué tipo de sufrimiento puede llevar a alguien a querer morir. No vaya a ser que quede aún algo por ofrecer. Si la razón detrás de una demanda de eutanasia es el miedo a prolongar artificialmente una vida que se extingue naturalmente, entonces debemos hablar con mayor claridad sobre rechazos válidos a tratamientos excesivos, resguardo legal ante retiro de terapias invasivas y definición de directrices anticipadas, temas escasamente desarrollados en la legislación vigente en nuestro país. Si la razón detrás de una demanda de eutanasia es un dolor físico intenso o la sensación intolerable de falta de aire, entonces debemos aliviar eficazmente esos síntomas, logrando que la MP realmente sea una alternativa accesible para todas las personas que la requieran. Si la razón detrás de una demanda de eutanasia es una tristeza profunda, entonces démonos el tiempo de escuchar con atención de qué se trata, activemos recursos de salud mental o de asistencia social que eventualmente permitan a esa persona evaluar su realidad desde otra perspectiva. Si la razón detrás de una demanda de eutanasia es la falta de acceso a CP de calidad, o simplemente la pobreza o el abandono, entonces preguntémonos si realmente es la única respuesta que como sociedad queremos dar a esas personas.

Creo que la ley llamada “muerte digna y cuidados paliativos” es un vehículo que ha permitido incluir la opción de eutanasia en la agenda política nacional, pero también representa una oportunidad para hablar sobre el sufrimiento de nuestros enfermos, sobre nuestro propio miedo ante la enfermedad y la muerte ineludibles. No es mi intención hacer un juicio moral ni a favor ni en contra de la eutanasia, sino más bien reflexionar en torno a las necesidades de nuestros pacientes y a las posibilidades ciertas de que nuestro sistema de salud responda responsablemente a ellas. Espero que como comunidad universitaria aportemos dando profundidad a este diálogo desde el compromiso social que nos convoca.