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Estudio revela cómo la desigualdad social aumenta el riesgo de demencia en Chile

La investigación liderada por la neuróloga del Hospital Clínico Universidad de Chile, Dra. Carolina Delgado, identificó perfiles de riesgo de demencia en la población adulta en nuestro país. Los resultados muestran una preocupante relación entre menor nivel socioeconómico y mayor acumulación de factores de riesgo, lo que abre el camino a nuevas estrategias preventivas en salud pública.

En Chile, la demencia es una preocupación creciente, especialmente ante una población que envejece rápidamente. Pero más allá de la edad, nuevos estudios apuntan a que las condiciones sociales en las que vivimos tienen un fuerte impacto en nuestra mente a futuro. Una investigación reciente, publicada en la revista BMC Public Health y liderada por la Dra. Carolina Delgado, neuróloga de nuestro Hospital, analizó a una muestra representativa de 3.000 adultos chilenos mayores de 45 años y sin deterioro cognitivo para identificar los principales factores de riesgo de demencia en el país. En el estudio también participaron la psicóloga PhD Consuelo San Martín, de la Universidad de los Andes; el biólogo PhD Rodrigo Vergara y el kinesiólogo PhD Juan José Marimán, ambos académicos de la UMCE.

“El principal aporte de este estudio es mostrar cómo los factores sociales influyen directamente sobre los factores de riesgo modificables de demencia”, explica la Dra. Delgado. “Descubrimos que muchos de estos riesgos se concentran en personas con baja escolaridad y bajo nivel económico, lo que sugiere que deberían recibir un abordaje distinto en salud pública”.

La investigación analizó los datos de la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 para identificar grupos de personas que comparten patrones de riesgos, a partir de variables como presión arterial, obesidad, actividad física, síntomas depresivos y nivel educativo. Entre los perfiles encontrados, destacaron: “alto riesgo metabólico”, compuesto por personas con hipertensión mal controlada y obesidad, el perfil caracterizado por “síntomas depresivos” con una importante carga de multimorbilidad (lo que significa que tienen varias enfermedades crónicas de manera simultánea), y otro marcado por el sedentarismo como principal factor de riesgo, siendo el perfil de alto riesgo metabólico muy asociado a baja escolaridad y bajos ingresos, mientras que el sedentarismo fue un factor de riesgo trasversal al nivel educativo.

“Chile tiene un súper buen sistema de estadísticas y registro de datos. Vimos que varios de los factores de riesgo de demencias publicados por la Lancet Commission on Dementia del 2024 estaban en la Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de Salud. Como la población chilena está envejeciendo, ha aumentado el diagnóstico de enfermedades como la demencia, cuyo principal factor de riesgo es la edad, que no es modificable. Por eso, para intentar disminuir la cantidad de personas viviendo con demencia, el interés ha estado en los factores de riesgo modificables y en cómo prevenir la enfermedad considerando los hábitos de estilo de vida desde edades tempranas", aseguró la especialista.

Uno de los hallazgos más preocupantes es que las personas con menos educación acumulaban más factores de riesgo. “Es un grupo al que no le llegan las campañas de salud y que muchas veces queda fuera del radar del sistema”, agrega. La razón de la asociación entre más factores de riesgo y menor nivel sociocultural está en lo que se conoce como “exposoma”, es decir, el conjunto de condiciones a las que una persona está expuesta desde que nace. “La gente con menos educación vive en ambientes más contaminados, muchas veces con más violencia, más exposición a comida poco saludable, menos acceso a salud, menos ingresos, más incertidumbre laboral, y en general más estrés. Eso por un lado se asocia a menor reserva cognitiva (las redes que forma nuestro cerebro), pero también a mayor riesgo de daño cerebral, lo cual aumenta el riesgo de demencia, que es lo que finalmente expone el paper”.

Una oportunidad para actuar

Según la doctora Delgado, entender cómo se distribuyen estos riesgos en la población permite diseñar estrategias más específicas y efectivas para prevenir la demencia. “Lo interesante fue ver cómo estos factores se distribuyen en nuestra población, lo que nos da la oportunidad de poder dirigir campañas preventivas a cada uno de estos segmentos”, comenta.

Entre las recomendaciones más urgentes destaca el tratamiento oportuno de la hipertensión, que en Chile sigue siendo una condición poco diagnosticada y tratada. “Es una enfermedad silenciosa, pero su tratamiento es simple: una pastilla, idealmente acompañada de mejorar el estilo de vida. Debería ser obligatorio tomarse la presión al entrar a trabajar o ir a votar, por ejemplo, para tener una pesquisa precoz de este factor de riesgo”, propone la Dra. Delgado.

El segundo gran desafío es el sedentarismo. La experta sugiere fomentar medidas concretas para ello. “El sedentarismo en verdad aumenta el riesgo de obesidad, que a su vez aumenta el riesgo de hipertensión y aumenta el riesgo de diabetes. Si es que hubiera políticas públicas que favorecieran el transporte activo y sustentable, por ejemplo, el uso de la bicicleta o mejorar las vías para que uno vaya caminando a su trabajo, hacer pausas saludables en lugares con trabajo de escritorio, todo eso a largo plazo nos beneficiaría mucho.”

Mirando al futuro

Aunque el estudio es transversal y no permite determinar causalidades, sus autores afirman que: “Sería ideal tener estudios longitudinales en Chile que nos permitan confirmar, si estos factores realmente predicen la enfermedad en nuestra población, por lo que habría que reestudiar a las mismas personas en diez o veinte años más y saber qué pasó con ellos”, afirma Delgado.

Mientras tanto, el mensaje es claro: prevenir la demencia no es solo tarea de especialistas, sino que es un tema de políticas públicas que favorezcan estilos de vida saludables a lo largo del ciclo vital, incluyendo la regulación para disminuir la exposición a contaminantes ambientales, comida ultra procesada, exceso de sal, planificación urbanística, educadores primarios, planificadores sociales y autoridades públicas. Y comienza mucho antes de que aparezcan los primeros olvidos.

Por: Rocío Cortez

Edición General: Fernanda Farfán

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