01/09/2025
El análisis de la variabilidad de la frecuencia cardíaca podría permitir la evaluación integral y manejo clínico de los pacientes con enfermedad hepática crónica
El médico internista publicó su artículo en la prestigiosa revista World Journal of Hepatology y nos describe en qué consistió su trabajo: “Nosotros recibimos una invitación para publicar en WJH esta revisión de la literatura que resume la información que existe disponible sobre la variabilidad de frecuencia cardíaca en la evaluación de pacientes con daño hepático crónico (DHC). Sólo había información disgregada y hasta este momento no se había condensado toda esa información en un mismo artículo, que es lo que hicimos nosotros”.
La variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC) se refiere a las pequeñas variaciones en el tiempo que hay entre cada latido del corazón, el que, si es sano, nunca late de manera perfectamente regular: mientras mayor es la VFC, la persona es más saludable, por así decirlo. “La variabilidad de frecuencia cardíaca es, en términos muy generales, un indicador de buena salud. Al contrario de lo que el común de las personas podría creer, el corazón no funciona de manera 100% regular… No funciona como un metrónomo, sino que entre cada pulsación —diciéndolo de alguna manera simple— existen milimétricas variaciones de tiempo entre una y otra. Y cuando uno analiza esas variaciones con técnicas apropiadas, permite obtener muchos parámetros que dan cuenta de esta variabilidad de la frecuencia cardiaca”, ilustra el Dr. Gajardo.
"Durante mi formación mantuve la intención personal de poder ver pacientes de manera global; no solo en un sistema específico. Y por lo mismo, mi interés actual en investigación tiene que ver con cómo los distintos sistemas afectan al corazón y no verlo de forma aislada"
La VFC refleja la actividad del sistema nervioso autónomo, que controla funciones involuntarias como la frecuencia cardíaca, la respiración y la digestión, entre otras. Una VFC saludable indica que el sistema nervioso autónomo está funcionando bien, con un buen equilibrio. Así, la VFC deviene como una herramienta no invasiva de evaluación de este sistema.
La VFC se ha estudiado ampliamente en diversas afecciones, incluido el daño hepático crónico; sin embargo, ninguna revisión reciente se ha centrado en revisar profundamente su papel en el DHC. “En el estudio vimos, por ejemplo, que la literatura describía que pacientes sanos tenían una variabilidad frecuencia cardíaca mayor que aquellas personas que estaban en una etapa muy inicial de daño hepático crónico y que esta variabilidad iba disminuyendo en la medida que la enfermedad avanzaba”.
“Encontramos también que las complicaciones del daño hepático crónico, como el sangrado digestivo alto, ascitis o encefalopatía, entre muchas otras, estaban efectivamente asociadas con la presencia de este marcador cardíaco”, continúa el especialista. “Incluso, la VFC se asocia de manera independiente con la mortalidad, siendo un indicador pronóstico en pacientes con DHC”.
El VFC es un excelente marcador que podría guiar a los clínicos, incluso, desde antes del diagnóstico de daño hepático y luego, ya con el diagnóstico, permitiría prevenir complicaciones, esbozar el pronóstico y evaluar los riesgos, así como también monitorear la progresión de algunos tratamientos, incluido el trasplante hepático. “La ventaja que tiene la herramienta es que hoy por hoy existen muchos dispositivos que uno utiliza y que registran información sobre cómo se está comportando el corazón, por ejemplo, los smartwatches, que tienen la posibilidad de poder captar cuál es el tiempo latido, que es la principal información con que se calcula la VFC. Entonces, en un registro de 5 minutos, uno puede calcular de manera casi automatizada este marcador”.
Si bien se necesitan más estudios que aborden la VFC de manera más específica, se perfila como una herramienta prometedora para la evaluación integral y el manejo clínico de los pacientes con EHC, ofreciendo información sobre la progresión de la enfermedad y la respuesta terapéutica.
El equipo que publicó este trabajo está conformado por Nicolás Bustos, Flavia Giubergia, Cristóbal Mora, quienes, tal como el Dr. Abraham Gajardo, pertenecen el Programa de Fisiopatología del ICBM de la Facultad y, además, por Christian Lara, Álvaro Urzúa, Máximo Cattaneo, Jaime Poniachik y Daniela Vera, todos del Servicio de Gastroenterología de nuestro Hospital y que aportan la mirada clínica.
“Junto a mi grupo de investigación del Laboratorio de Cardiología Traslacional de la Facultad de Medicina colaboramos con distintos académicos de la Facultad y del Hospital Clínico para poder llevar adelante nuestros proyectos. Lo que nos interesa es el daño miocárdico agudo o el daño cardíaco que distintas enfermedades producen en el corazón, que van más allá de lo que es el infarto. La misma sepsis, por ejemplo, que tratamos en la Unidad de Pacientes Críticos, tiene un impacto no menor en lo que es el corazón y eso también a su vez puede impactar negativamente en los desenlaces de los pacientes”, puntualiza el doctor Gajardo, quien además está desarrollando el proyecto Fondecyt Iniciación “Efecto del condicionamiento isquémico remoto en la reducción de la lesión miocárdica aguda en pacientes con shock séptico: un ensayo controlado aleatorizado”, entre otros.